Tua bolla

Cuando tu cuerpo
tenaz y afable
comenzó a hablar
 
súbitamente me transportó
a la burbuja de un hombre

que mis ojos no lograban ver

 
donde no hubo
ni tiempo ni espacio
y lo que nos contuvo

fue sólo el roce de nuestras formas

 
donde tu estoica suavidad
para sembrar besos en mi geografía

hizo florecer el otoño en la piel

 
y allí,
la trascendente perpetuidad del instante
diluyó las fronteras
que la lógica racional nos imponía
 

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